Renacer en junio. Arte, amor y otras formas de florecer


No se renace una sola vez, sino cada vez que elegimos no marchitarnos.

Retrato de mujer madura floreciendo.Luisa María Benito


I. El tiempo invisible


Hay meses que no anuncian nada y, sin embargo, lo transforman todo. Junio no hace ruido, no promete, no empuja. Solo alarga la luz, abre los días como si fueran pétalos, y nos recuerda que estamos vivas. No jóvenes. No perfectas. Vivas.

En ese umbral entre la primavera y el verano, se abre una grieta fértil para quienes saben mirar: el cuerpo pide más sol, el alma menos peso, y el corazón —si se atreve— empieza de nuevo. No porque todo esté en orden, sino porque algo dentro ha decidido volver a brotar.

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Hay meses que llegan como un umbral. Junio no entra con estruendo: se desliza. Empieza en la sombra breve de una mañana más larga, en la tibieza de un café que se enfría más despacio. Es un mes que no grita, pero nos llama. Y nos dice: despierta.

Por Luisa María Benito

Texturas de naturalezas muertas desde Personally selected


Junio es ese punto exacto entre lo que ya no es y lo que aún no ha sido. No es primavera, ni tampoco verano. Es frontera y promesa. Es cuando el cuerpo empieza a recordarnos que aún estamos aquí. Que aún podemos florecer.

La señora del helado. De Luisa María Benito 

No importa la edad, sino la mirada. No se trata de un nuevo comienzo, sino de un retorno profundo: a nosotras mismas. A lo que fuimos antes de la renuncia. A lo que seremos cuando dejamos de pedir permiso.

II. El arte como segunda piel

En ese volver a florecer, algunas mujeres encontramos el camino a través del arte. No como conquista, sino como revelación. Pintar no fue para mí una disciplina: fue una respiración. Un lenguaje íntimo cuando las palabras se agotaban.

 Publicación de CULTURA INQUIETA 
Obras digitales hechas durante el confinamiento de Luisa María Benito


Durante años el color fue un impulso secreto, casi clandestino. Pero llegó un momento —y ese momento fue el confinamiento— en el que la vida me empujó hacia mí misma. Sin escapatorias, sin distracciones. Y ahí, en ese aislamiento extraño, comencé a ser vista. Primero por mí. Luego, por otros.

/Mask / Mix digital de Luisa Maria Benito


Ahí nació la artista que soy hoy: Luisa María Benito. No por decisión, sino por destino. Por madurez. Por necesidad de verdad.

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Florecer después de los 60 no es una metáfora dulce. Es una revolución serena. No hablamos ya de reinventarse como mandato, sino de reconocerse en lo que una es: una mujer con historia, con cicatrices, con deseo intacto de vivir y de belleza.

Después de una vida cumpliendo roles —la hija, la compañera, la que cuida, la que sostiene— hay un instante en que la mujer se sienta, se mira, y se nombra. No para explicar nada. 

Solo para decir: “He llegado hasta aquí. Y ahora florezco, a mi manera.”

Luisa María Benito


III. Isabella Ducrot y el arte de florecer tarde


Leo un artículo en The New Yorker sobre Isabella Ducrot, una artista italiana que no cogió un pincel hasta pasados los cincuenta. Cuatro décadas más tarde, es celebrada en museos y galerías de Europa. No por su juventud, no por una carrera meteórica, sino por su profundidad.

.Isabella Ducrot en su estudio de Roma. From. THE NEW YORKER

Su obra está tejida —literalmente— con textiles, con materia, con tiempo. Y sobre todo, con la experiencia de una vida vivida. Me conmueve porque, en ella, me reconozco.

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Isabella Ducrot es un nombre que el mundo del arte contemporáneo ha empezado a pronunciar con una reverencia discreta. Esta mujer italiana expone en galerías y museos de toda Europa. Sus telas, bordadas, teñidas, acariciadas con tiempo, hablan de lo esencial: lo que permanece, lo que resiste, lo que arde lento. No busca deslumbrar. Busca significar.

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Nos separan años, países, lenguas. Pero hay un hilo invisible que nos une: la certeza de que florecer después de los 60 no es una excepción, sino una forma de resistencia. De belleza verdadera. De autenticidad.

Reportaje de Luisa María Benito en todoliteratura.com

Ni Isabella ni yo tuvimos prisa. Ambas elegimos el arte como lenguaje de la madurez. No para gritar, sino para resonar. Para decir, en cada trazo, en cada textura: aquí estoy. Sigo viva. Y ahora me veo.

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Desde Madrid, desde un estudio lleno de luz que da a la ciudad donde lo cotidiano roza la belleza, otra artista madura se hace Luisa María Benito. Artista del collage.Pintora de trazos abstractos, de color como lenguaje íntimo, de palabras que nacen de los silencios más hondos. Su trabajo comenzó a difundirse durante el confinamiento, cuando el mundo entero se detuvo. Mientras todos miraban hacia afuera buscando respuestas, ella miró hacia dentro y empezó a compartir su visión: la de una mujer que no necesita permiso para crear. Que pinta con la convicción de quien ha vivido. Que escribe como quien ya no teme lo que piensa.

Trabajos de junio de www.luisamariabenito.com

In my Artist Era. Luisa María Benito

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Quizá por eso estas mujeres nos conmueven. Porque representan una forma distinta de éxito. No el que se mide en cifras, sino el que deja huella. No el que sube como espuma, sino el que permanece como raíz.

En tiempos de inmediatez, hay que tener valor para crear lentamente. Para crecer sin ruido. Para llegar tarde… y que eso sea precisamente lo extraordinario.


IV. Una mujer, un cuerpo, un gesto de amor


Florecer no significa volver atrás. No es recuperar una juventud perdida, sino habitar la vida con otra hondura. El cuerpo ya no es campo de batalla, sino territorio sagrado. El arte no es exhibición, sino gesto amoroso. Y el amor… el amor ya no duele, no exige, no desgasta. Se vuelve espacio compartido. Lugar donde quedarse.

Autorretrato. Luisa María Benito con el Sol



Yo —que he caminado con pies de barro y manos llenas de pintura— empiezo a entenderlo. No porque haya llegado a una cima, sino porque me he permitido detenerme. Observar el trazo de mis días. Y ver que incluso los errores tenían forma. Que los vacíos eran parte del diseño. Que todo me ha traído hasta este instante, donde vuelvo a mirarme como quien entra en una sala llena de luz y de color.

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A veces, florecer es también enamorarse. Y sí, puede ocurrir a cualquier edad. Pero cuando sucede después de tanto vivido, el amor se vuelve milagro.

 Un milagro discreto, sin fuegos artificiales, pero con raíz.

Retrato de Marc Dixon por Luisa María Benito

Y si además, se ama siendo artista, entonces cada pincelada, cada autorretrato, cada texto como este… es también una declaración.


Marc Dixon. Productor y artista


V. El arte como idioma del alma/ último pensamiento 


Florecer en junio no es una metáfora. Es una certeza íntima. Una revolución silenciosa. Un acto de arte, de amor y de voluntad.

Florecer no es repetir la juventud, sino superarla. No es negar la edad, sino iluminarla. No es buscar aprobación, sino asumir el espacio propio. La piel se vuelve mapa, el gesto se afina, y el silencio ya no incomoda. Al contrario: se convierte en refugio.


Crear es otra forma de renacer. Pintar, escribir, fotografiar, cantar… no son aficiones; son lenguajes que nombran lo que no puede decirse de otro modo. Cuando todo parece detenido, la creación abre puertas interiores. No hace falta entender, basta con seguir el impulso: una línea, un color, una nota… algo que no existía y ahora sí.


La siesta . Lienzo por www.luisamariabenito.com



“No hay edad para florecer. Solo hay momentos. Y este, justo este, podría ser el tuyo”.

Espero que esta entrada de junio os haya inspirado, al menos un poco, a seguir floreciendo.

A veces basta una pincelada, un gesto, una frase para volver a empezar. Que junio nos lo recuerde.

—Luisa María Benito

www.luisamariabenito.com

Gracias por leerme. Espero que esta entrada de junio os haya inspirado.

Como siempre, con cariño,

XX Luisa XX




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